miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Por qué siento los colores?

Nos despertamos pensando en el partido de esta tarde, activamos internet y  miramos la clasificación, vemos los puntos de diferencia con otros equipos, vemos los goles a favor y en contra, abrimos los diarios deportivos para ver qué se comenta, escribimos a nuestros amigos: "hoy ganamos" y nos ponemos la camiseta desde por la mañana. Salimos una hora antes de casa para ver el ambiente cercano a los aledaños del estadio o  pabellón deportivo. Entramos al recinto, vemos el terreno de juego y nos llegan las voces de miles de aficionados que corean el ambiente. ¿Cuántos nos hemos visto envuelto en estas situaciones? ¿Qué explicación le damos? ¿Por qué somos de un equipo y no de otro? ¿Por qué esa euforia cuando gana y esa tristeza cuando pierde?



No se puede explicar un fenómeno como este sin una introducción previa al concepto de grupo. Las personas somos seres sociales que tenemos por naturaleza una necesidad que nos somete a pertenecer a un grupo. Existen muchas razones por las cuales nos llevan a pertenecer a uno u otro: edad, sexo, gustos, preferencias, intereses o estilos estéticos. Se trata de un elemento fundamental para formar nuestra propia identidad (¿quién soy?), a través de comparaciones con otras personas u otras comunidades de referencia. Mucha gente utiliza el deporte para satisfacer esta necesidad y formar parte de un nuevo grupo social: la afición.



La gente va a los estadios a divertirse, a empatizar con su equipo y a compartir ese sentimiento. Todo ello con un objetivo principal: animar y alentar. Cuando nuestro equipo gana aumenta nuestra autoestima, creemos que tenemos más capacidades e incluso nos consideramos que somos mas atractivos. Totalmente lo contrario sucede si nuestro equipo es derrotado. Cuando vemos a los deportistas tanto en directo como por la televisión, apreciamos sus gestos faciales y sus emociones, esto hace que se active en nuestra cabeza las neuronas espejo y nos hace crear una empatía extraordinaria con los jugadores. Podemos llegar a sentir lo que ellos sienten, decepción por haber fallado un gol o alegría por haberlo marcado, incluso nos duele una lesión muy fuerte. Un aficionado se siente jugando el partido como si realmente fuera partícipe de éste. De echo, si le preguntamos, estaría dispuesto a jugarlo.



Pero lo importante de la afición no es si se gana o se pierde un partido, es lo que tienen en común entre ellos, sus similitudes: defender al mismo equipo, vestir con los mismos colores, pertenecer a una misma región geográfica y compartir los sentimientos cuando se obtiene la victoria o la derrota. Esa sensación de refuerzo, de sentir que miles de personas aprueban tu misma causa y  de sentirlas a tu lado  es lo que hace que aumente nuestro sentimiento por los colores de nuestro equipo.


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